Para los lectores de este blog, es un hecho conocido que las figuras públicas del seudo-escepticismo suelen pontificar sobre maravillosos principios que no tienen el menor interés en seguir. Casos de muestra son el discurso sobre el ejemplo y enseñanzas del "mundo de la ciencia" de Enrique Ganem, o la apología de los aficionados científicos acuciosos de Martín Bonfil. En esta ocasión presentaré otro de esos ejemplos de hipocresía científicamente correcta.
I - La teoría sobre la rigurosidad de la divulgación
Dice Mauricio-José Schwarz:
"Mi anterior post sobre una de las barbaridades que suele ofrecer a su público Eduard Punset
ha disparado un debate interesante, el de lo flexibles y comprensivos
que debemos ser al tratar con un "divulgador científico" si cuenta
trolas, porque de otra parte, se dice, realiza una labor útil.
...
Utilicemos un ejemplo en otra área del periodismo. Porque por más que
actúe como gurú new age y poseedor del "secreto de la felicidad", lo que
Punset está haciendo es periodismo, periodismo científico, y por lo
tanto no debe ser ajeno a los principios esenciales de la ética
periodística.
...
¿Se diría que este individuo hace un gran bien al deporte debido a que
tiene una gran capacidad de comunicar, es simpático, bonachón, sonríe
hasta cuando está masticando, y tiene muchos fans? ¿Se defendería que su
promedio de aciertos es muy elevado?"
Como en los casos mencionados de los apuntados divulgadores seudo-escépticos, Schwarz tiene razón en los puntos de su planteamiento. Específicamente, el llamarse divulgador científico no basta para tener inmunidad discursiva y una patente de corso que le permite decir barbaridades sin ningún problema.
Continúa Schwarz:
"La credibilidad de un periodista no está en un alto promedio de
aciertos, sino en ocuparse de buscar la verdad y presentarla después de
contrastar fuentes, cotejar, buscar y redactar con honradez.
...
Si el periodista no es riguroso siempre, no es fiable nunca."
Por supuesto es correcto: cuando alguien comete errores por método, en este caso el método de ser dogmático o inconsciente del valor de verificar cada dato, ese alguien se vuelve no confiable, independientemente de su índice de aciertos.
Y en el colmo de la inspiración racional, define:
"Y precisamente por eso, el periodista científico debe ser extremadamente
riguroso, tratar siempre de constatar sus afirmaciones, acudir a
fuentes fiables, sean journals científicos, revistas de divulgación con
buenos antecedentes de fiabilidad, entrevistas, otros divulgadores
fiables, científicos que se esfuerzan por explicar la ciencia a nivel
popular, etc."
II - El fuero seudo-escéptico
Como ya se ha visto en los artículos anteriores de esta serie dedicados a él, Schwarz niega en su comportamiento cada uno de los puntos de su autorizada pontificación:
1 - Calumnia a los denunciadores del conocido tóxico DDT, a pesar de enormes cantidades de información e investigaciones de los organismos más serios del mundo sobre sus terribles efectos.
2 - Propaga el dogma seudo-escéptico de la curva dosis - respuesta lineal con umbral para hacer creer que la homeopatía es teóricamente imposible.
3 - Denosta a las lavativas sin saber y/o querer saber sobre sus efectos probados en instituciones médicas serias en Austria, EEUU y otros lugares.
4 - Predica que no existe evidencia de efectos de altas diluciones, incluso cuando dice haber revisado artículos que referencian investigaciones publicadas en medios arbitrados donde se muestra que si hay efectos.
5 - Dice ignorar la naturaleza de las etiquetas dadas a su ideología aún cuando califica de racionales y razonables los argumentos tras tales etiquetas.
6 - Dice que el Plan Cóndor fué una teoría de conspiración cierta pero luego afirma que todas las terías de conspiración son inventos trasnochados.
Ya sea porque Schwarz miente y engaña a propósito, o porque es inconsciente de su comportamiento, éste plantea una total contradicción con su postura discursiva, esencialmente correcta.
III - Comportamiento sistemático
Los seis ejemplos son apenas un arañazo al modus operandi de Schwarz. Se puede analizar mucho más en sus posturas sobre temas que el seudo-escepticismo considera torales, pero las aquí presentadas son más que suficientes para incorporarlo a su definición:
"Los periodistas se equivocan, por supuesto, pero hay errores honestos y
errores que se cometen por desidia, indolencia, desprecio al público y
conveniencia propia que ya no son precisamente errores, son faltas a la
ética."
La única duda es cómo entra dentro de la teoría de Schwarz una persona que tiene esas fallas ennumeradas debido a condiciones patológicas no dignosticadas pero muy visibles, por ejemplo deficiencias cognitivas evidentes, como es el caso de muchos de los más ardientes seguidores del seudo-escepticismo.
De todas formas, la sentencia final de Schwarz aplica perfectamente a Schwarz:
"Si el periodista no es riguroso siempre, no es fiable nunca."
IV - La hipocresía como parte del método científico
Uno de los fenómenos recurrentes que se puede observar en este blog es la muy extendida práctica del doble rasero en la comunidad seudo-escéptica. Ésta es una enseñanza que viene desde lo más alto de la jerarquía de ese credo y es rápidamente aprendida por los adeptos de todos los niveles, resultando en todos los grados de gravedad, como se puede comprobar en este artículo.
Los adeptos la practican tanto porque es enseñada por sus maestros como por su valor utilitario: protege su ignorancia y justifica la descalificación de los argumentos opositores incómodos, con reglas estrictas que ellos no necesitan cumplir, como se puede ver en el caso de Schwarz.
Y lo más grave: el hecho de que sea enseñada por figuras supuestamente "científicas" y "críticas" destruye el concepto de ciencia como una apreciación y búsqueda de la verdad objetiva: un adepto al seudo-escepticismo cree que es científico aplicar a otros las reglas que no se aplica a sí mismo para defender cosas evidentemente ( para alguien normal ) absurdas.
Conclusión:
Se vuelve a poner de manifiesto que la hipocresía es dogma universal en el culto seudo-escéptico y base para casi todas sus pretensiones de veracidad.
Referencias
Antecedente: El Sacerdocio de la Ciencia XII
Continuación: El Sacerdocio de la Ciencia XIV
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